¿Sabe lo grande que es esto?
Aún así, 64 millones de Brasileños sufren algún grado de inseguridad alimentaria². Pero aunque sólo hubiera una persona que no tuviera suficiente para comer, seguiríamos teniendo un problema. Al fin y al cabo, la alimentación es un derecho humano³.
Pero la realidad en Brasil es muy diferente. Desgraciadamente, el hambre nos acompaña desde hace siglos. Es un problema complejo, con raíces profundas y diversas, que aún no se ha resuelto.
Al mismo tiempo que miles de personas no saben cuándo y si tendrán suficiente para comer, nosotros vivimos una incoherencia: somos uno de los cinco mayores productores de alimentos del mundo y uno de los 10 países donde más comida se desperdicia.
Brasil produce 161,3 millones de toneladas de alimentos al año.
Se calcula que de este total, 55,4 millones de toneladas se desperdician cada año, desde el campo hasta el hogar del consumidor.
No podemos permitir que se desperdicie tantos alimentos mientras miles de personas no saben si tendrán suficiente para comer.
En Brasil aún no existe una metodología oficial e integrada para analizar el desperdicio en cada eslabón de la cadena alimentaria. Por eso, darse cuenta de la magnitud del problema y medir el impacto de cada etapa es todo un reto.
En la etapa de consumo, el desperdicio de alimentos está más asociado a cuestiones de comportamiento. Una investigación realizada en 2018 por Embrapa en colaboración con la Fundación Getúlio Vargas revela algunos rasgos de los hábitos y costumbres de la cultura latina que explican por qué los alimentos acaban a menudo en el basurero.
De las 1.746 familias brasileñas entrevistadas:
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El desperdicio de alimenticios generan impactos medioambientales en toda la cadena de producción, ya sea por el uso intensivo de la tierra y los recursos hídricos, la emisión de gases de efecto invernadero, la intensificación de la pérdida de biodiversidad o la generación de basura.
El desperdicio de alimentos es responsable del 8-10% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero (gei) – 5 veces más que las emisiones del sector de la aviación.
En este proceso se utiliza 1/3 de la tierra agrícola.
El hambre es un problema estructural y está causado por muchos factores diferentes. Por eso sabemos que no puede resolverse reduciendo el desperdicio de alimentos.
Es hora de unir fuerzas para transformar esta realidad y construir un futuro en el que ¡ningún brasileño tenga hambre!
Superar este reto no es ni sencillo ni fácil. Requiere una acción conjunta y coordinada entre gobiernos, empresas y ciudadanos.
Este pacto empieza aquí. ¿Vamos juntos?